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Aquí hay un poco de todo. No será un lugar demasiado original ni distinto, pero acaso si lo suficientemente entretenido como para que tengan ganas de volver.

1 de octubre de 2015

LUCES Y SOMBRAS

Pocas cosas simples resultan tan enigmáticas como las sombras.

Hablo de las sombras en sentido literal, no del metafórico significado que solemos atribuirle a nuestras oscuridades del alma.
Sombras sombras.
Esa región donde la luz, obstaculizada por un objeto opaco, no llega con su claridad y provoca un  oscurecimiento del espacio que se proyecta en cualquier dirección según la posición de la fuente luminosa.
Como es fácil de colegir para cualquiera, la sombra es una enorme fuente de todo tipo de especulaciones leguleyas.
Desde  chico juego a ganarle a mi sombra en cualquiera de los muchos juegos secretos a los que juegan los humanos: A quien llega primero a la esquina, a quien sigue derecho en un recodo del camino… esas cosas.

No debe haber actividad mas utópica y estúpida que intentar ser mas rápido que la sombra propia.
Pero si Lucky Luke podía, yo también podría.
Esa era mi lógica.
Bha… sigue siendo,  pero ya mas cargado de años comienzo a reconocer que la imaginación de Jean Léturgie,  editor de aquella recordada revista,   es infinitamente mas prodiga que la mía.

Siempre sentí - lo siento ahora también - una curiosidad indecible por su naturaleza bidimensional. Una fina película de algo, por mas fina que sea, será siempre tridimensional, pero una sombra…
Cuesta entender que una sombra es acaso el único ente de solo dos dimensiones que conocemos y en la categoría de sombras también incluyo a los reflejos, como los de los espejos, por ejemplo.
Las imágenes reflejadas en los espejos , si bien se miran, técnicamente no son mucho mas que sombras, acaso con la particularidad de poder ver en ellos también nuestras propias sombras y con ciertos matices de colores que las sombras nos ahorran en su escala de grises de pixelado diverso.
Ver la sombra de una sombra enfatiza esta hipérbole y nos sumerge en una especie de paradoja que es por donde el pensador aficionado comienza a transitar la fascinación borgeana por el infinito y la eternidad, en la que los espejos juegan un rol especial ya que el viejo Jorge Luis les atribuyo el mágico poder de ser la puerta de acceso a otras dimensiones de este universo o acaso a otros universos.
El hecho de saberme acompañado de un fenómeno único y extraordinario y en forma permanente me dio tela para pensar y tratarla de manera diferente y acaso eso haya marcado para siempre las características de nuestro vínculo.
Tuve y tengo buen dialogo con ella, con mi sombra, digo.
Hemos platicado largamente acerca de la complejidad de las miserias del hombre, hemos llorado amores imposibles y recorrido lugares asombrándonos de las maravillas del mundo.
Algunas veces la mojé con lágrimas y otras, la pisotee mudanceando chacareras en el polvaredal de un patio de tierra. La vi crecer con la tarde a mis espaldas y empequeñecerse hasta cobijarse bajo mis zapatos con un cenit de sol rabioso achicharrando bichos y plantas en bravas siestas de lechiguanas.

Un vez nos peleamos.
No sé como hizo, pero  se fue por su cuenta, se diluyó en la noche y no pude ver su fuga.
Supe después, por los dichos de amigos, que aquella madrugada anduvo de peña en peña, bebiendo unos vinos dudosos, sola y en silencio. Me dijeron que ni se acercó a otras sombras conocidas, que obviamente la miraron extrañadas y comentaron a sus espaldas.
Nada grave.
Cosas de sombras mal educadas nomas.
El reencuentro fue casi normal: Atareado con mis cuitas cotidianas ni la vi llegar. La sentí un poco lerdona, tal vez por la resaca, y acaso eso me hizo percatar de su regreso.
En otra ocasión se le ocurrió contradecirme.
Esperaba que hubiera un lugar bien iluminado y allí desafiaba toda lógica sombruna.
Si yo movía mi brazo derecho, ella levantaba el izquierdo; arrogante, alargada, con la camisa desabotonada, un sombrero requintado que yo llevaba en la mano y ella en la cabeza, anduvimos varias cuadras con el sol a nuestras espaldas, hasta que doblé en una esquina. El cambio de perspectiva no la favoreció pero siguió provocando; tanto que a mis pasos normales y corrientes ella respondía con pasos payasos, vacilantes, o a saltos flexionados y otras contorsiones diversas.
No logré entender su rebeldía. Le atribuí a un cordial de baja estofa que había estado ingiriendo en compañía de unos amigos de la infancia, pero tampoco estoy muy seguro.
En otra oportunidad se lió en pendencia con un perro que la tuvo a mal traer mas de una cuadra. El pinche cusco cursiento se empeño en ladrarle, gruñirle y hasta salpicarla en una de esas maniobras nefríticas que tienen los canes para delimitar territorio. Yo me hice el desentendido durante todo el episodio. Solo alcance a ver, casi al final de la disputa, que ella se llevaba el dedo a la sien y hacia gestos claramente entendibles como demencia mientras con la otra mano señalaba al levantisco perrillo que con el pelo parado retornaba a sus dominios.
Yo no puedo decir que edad tiene.
Se que me acompaña desde que he nacido, pero de a ratos se me ocurre que ya era usada cuando nos conocimos.
No tanto por la apariencia, sino por su sabiduría infinitamente superior a la mia, partiendo de ese su consuetudinario silencio con el que suele responder casi cualquier pregunta.
Una vez le demandé, en ese lenguaje entre tristón y nostalgioso que solemos usar para hablar con ellas y ella me dio a entender que venía desde el fondo de los tiempos, que se alimentaba exclusivamente de luz y que el día que yo me muera se buscaría otra persona a la que acompañar.
Creí entender un juramento de eterna lealtad, pero me dejo desorientado:
Me dijo que aunque a veces no nos entendiéramos, ella jamás me abandonaría, que mientras le consiga un mínimo rayito, allí estaría, pero casi en susurrando también me dijo que no confiara demasiado y me citó como ejemplo no se que silogismos de manos y sombras chinas en los que los conejos eran dedos y desopilancias análogas.
Otra vuelta, tal vez inspirado por Alelí, de Heredia y un tequilita manso, quise saber que debía hacer para cuidarla, para mantenerla  o mejorar su aspecto.
Su respuesta fue un uppercut:
"Si quieres verme bien, cuídate. Si quieres verme feliz, se feliz."
Ese día quise abrazarla.
Fue cuando me comenzaron a llamar “El Loco”


FP. Setiembre 2015

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