Hablo de las sombras
en sentido literal, no del metafórico significado que solemos atribuirle a
nuestras oscuridades del alma.
Sombras sombras.
Esa región donde la
luz, obstaculizada por un objeto opaco, no llega con su claridad y provoca un oscurecimiento del espacio que se proyecta en
cualquier dirección según la posición de la fuente luminosa.
Como es fácil de
colegir para cualquiera, la sombra es una enorme fuente de todo tipo de especulaciones
leguleyas.
Desde chico juego a ganarle a mi sombra en cualquiera
de los muchos juegos secretos a los que juegan los humanos: A quien llega
primero a la esquina, a quien sigue derecho en un recodo del camino… esas
cosas.
No debe haber
actividad mas utópica y estúpida que intentar ser mas rápido que la sombra
propia.
Pero si Lucky Luke
podía, yo también podría.
Esa era mi lógica.
Bha… sigue siendo, pero ya mas cargado de años comienzo a reconocer
que la imaginación de Jean Léturgie, editor de aquella recordada revista, es infinitamente
mas prodiga que la mía.
Siempre sentí - lo
siento ahora también - una curiosidad indecible por su naturaleza
bidimensional. Una fina película de algo, por mas fina que sea, será siempre
tridimensional, pero una sombra…
Cuesta entender que
una sombra es acaso el único ente de solo dos dimensiones que conocemos y en la
categoría de sombras también incluyo a los reflejos, como los de los espejos,
por ejemplo.
Las imágenes reflejadas en los espejos , si bien
se miran, técnicamente no son mucho mas que sombras, acaso con la
particularidad de poder ver en ellos también nuestras propias sombras y con
ciertos matices de colores que las sombras nos ahorran en su escala de grises
de pixelado diverso.
Ver la sombra de una
sombra enfatiza esta hipérbole y nos sumerge en una especie de paradoja que es
por donde el pensador aficionado comienza a transitar la fascinación borgeana
por el infinito y la eternidad, en la que los espejos juegan un rol especial ya
que el viejo Jorge Luis les atribuyo el mágico poder de ser la puerta de acceso
a otras dimensiones de este universo o acaso a otros universos.
El hecho de saberme
acompañado de un fenómeno único y extraordinario y en forma permanente me dio
tela para pensar y tratarla de manera diferente y acaso eso haya marcado para
siempre las características de nuestro vínculo.
Tuve y tengo buen
dialogo con ella, con mi sombra, digo.
Hemos platicado
largamente acerca de la complejidad de las miserias del hombre, hemos llorado
amores imposibles y recorrido lugares asombrándonos de las maravillas del mundo.
Algunas veces la
mojé con lágrimas y otras, la pisotee mudanceando chacareras en el polvaredal
de un patio de tierra. La vi crecer con la tarde a mis espaldas y
empequeñecerse hasta cobijarse bajo mis zapatos con un cenit de sol rabioso achicharrando
bichos y plantas en bravas siestas de lechiguanas.
Un vez nos peleamos.
Supe después, por
los dichos de amigos, que aquella madrugada anduvo de peña en peña, bebiendo
unos vinos dudosos, sola y en silencio. Me dijeron que ni se acercó a otras
sombras conocidas, que obviamente la miraron extrañadas y comentaron a sus
espaldas.
Nada grave.
Cosas de sombras mal
educadas nomas.
El reencuentro fue
casi normal: Atareado con mis cuitas cotidianas ni la vi llegar. La sentí un
poco lerdona, tal vez por la resaca, y acaso eso me hizo percatar de su
regreso.
En otra ocasión se
le ocurrió contradecirme.
Esperaba que hubiera
un lugar bien iluminado y allí desafiaba toda lógica sombruna.
Si yo movía mi brazo
derecho, ella levantaba el izquierdo; arrogante, alargada, con la camisa
desabotonada, un sombrero requintado que yo llevaba en la mano y ella en la
cabeza, anduvimos varias cuadras con el sol a nuestras espaldas, hasta que
doblé en una esquina. El cambio de perspectiva no la favoreció pero siguió
provocando; tanto que a mis pasos normales y corrientes ella respondía con
pasos payasos, vacilantes, o a saltos flexionados y otras contorsiones
diversas.
No logré entender su
rebeldía. Le atribuí a un cordial de baja estofa que había estado ingiriendo en
compañía de unos amigos de la infancia, pero tampoco estoy muy seguro.
En otra oportunidad
se lió en pendencia con un perro que la tuvo a mal traer mas de una cuadra. El
pinche cusco cursiento se empeño en ladrarle, gruñirle y hasta salpicarla en
una de esas maniobras nefríticas que tienen los canes para delimitar territorio.
Yo me hice el desentendido durante todo el episodio. Solo alcance a ver, casi
al final de la disputa, que ella se llevaba el dedo a la sien y hacia gestos
claramente entendibles como demencia mientras con la otra mano señalaba al
levantisco perrillo que con el pelo parado retornaba a sus dominios.
Yo no puedo decir
que edad tiene.
Se que me acompaña
desde que he nacido, pero de a ratos se me ocurre que ya era usada cuando nos
conocimos.
No tanto por la
apariencia, sino por su sabiduría infinitamente superior a la mia, partiendo de
ese su consuetudinario silencio con el que suele responder casi cualquier
pregunta.
Una vez le demandé,
en ese lenguaje entre tristón y nostalgioso que solemos usar para hablar con
ellas y ella me dio a entender que venía desde el fondo de los tiempos, que se
alimentaba exclusivamente de luz y que el día que yo me muera se buscaría otra
persona a la que acompañar.
Creí entender un
juramento de eterna lealtad, pero me dejo desorientado:
Me dijo que aunque a
veces no nos entendiéramos, ella jamás me abandonaría, que mientras le consiga
un mínimo rayito, allí estaría, pero casi en susurrando también me dijo que no
confiara demasiado y me citó como ejemplo no se que silogismos de manos y
sombras chinas en los que los conejos eran dedos y desopilancias análogas.
Otra vuelta, tal vez
inspirado por Alelí, de Heredia y un tequilita manso, quise saber que debía
hacer para cuidarla, para mantenerla o
mejorar su aspecto.
Su respuesta fue un
uppercut:
"Si quieres
verme bien, cuídate. Si quieres verme feliz, se feliz."
Ese día quise
abrazarla.
Fue cuando me
comenzaron a llamar “El Loco”
FP. Setiembre 2015
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