Pese a mi fracaso en el automovilismo de pista, en setiembre del año pasado, me deje seducir nuevamente por los cantos de sirena. Y acá me quiero detener un segundo. (No comencé y ya me detengo, je). Como la palabra seducir se trata de un término de aplicación tan personal, cada uno le da su propia significación, pero aun así, nótese que la RAE indica en su primera acepción,... que seducir es engañar con arte y maña.
Lo digo nomas. Por las dudas, Pato y Pablo.
Sigo.
Seducido entonces por las mieles que prometía Pablo Mar Cor y un sequito de seguidoras, acepté la invitación a la Primer Caminata Desvanera, que vendía siendo una especie de juntada bastante heterodoxa sin mas ánimos que mover los huesos y divertirnos mirando el paisaje mietras caminamos un par de kilometros
Bha... Eso me dijeron...
Como en eso de observar y hacer comparaciones soy un maestro, no pude sustraerme del recuerdo de las dolorosas consecuencias de mi anterior intento, pero en este caso la cosa parecía venir distinta.
A saber:
En principio, el escenario.
Nada de circuitos cerrados y monocordes.
Nada de dar y dar vueltas a la plaza, giro tras giro.
No.
Nada de eso.
Ruta.
Y no se anduvieron con chiquitas los organizadores: De la Plaza San Martín a la Cruz del Norte, que para acentuar las contradicciones que encierra el Nuevo Hombre Formoseño está emplazada en el Acceso Sur.
Ida y vuelta.
Segundo: Tampoco nada de eso de andar a la deriva y a la buena de Dios.
Pelotón. A correr en equipo. Todos los Desvaners juntos, en despoblado y en banda.
Tercero: La posibilidad de adecuar las exigencias a mis propias necesidades.
Y acá las promesas y el dulce: (Vos venís, haces lo que podes, te volvés de donde querés, nosotros te cuidamos, etc.).
Me pareció interesante el convite y posible el desafío, y después de evaluar adecuadamente mis posibilidades, las ventajas que ofrecían los coequipers, el estado general de la maquina y las ganas, dije que si.
La cita era a las 21:00 en el monumento al Irupe, en la Plaza San Martín.
Allí, Parque Cerrado a partir de las 20:50.
Como la metáfora pistera quedaba descartada, anduve un rato buscando comparaciones, hasta que finalmente llegue a la conclusión de que quedaba elegante y chusco pensar en el Turismo Carretera, pero el de antes, cuando el TC se corría verdaderamente en carreteras.
Además como no iba a ser monomarca, pues habríamos gordos, veteranos, niñas en plenitud y demás, uno podría suponer que entre tantas maquinas se disimularía bastante mejor mis flaquezas, que como mis lectores ya colegirán, constituían mi universo de preocupaciones.
Por la tarde y sin mas ánimo que el de saber a que me enfrentaba, y sin testigos, medí meticulosamente, con el cuentacuadras del auto, la exacta distancia que separa el irupe de la gigantesca cruz: 5800 metros, sin contar desvíos, baches, vuelta alrededor de la cruz ni otros accidentes geográficos de naturaleza análoga.
Me alegré pensando que esa distancia era perfectamente posible para mi, pues la recorría en cinco vueltas alrededor de la plaza, cosa que yo sabía que podía hacer.
Y me entusiasmé también.
Hasta que caí en la cuenta que en realidad eso era de ida…
Y la vuelta??.
Que lo parió…
En que berenjenal me metí?
La puta madre…
Volvía al centro con esos barruntos cuando veo venir por la Gutnisky, a la altura del Chango Mas, caminando hacia la cruz, dos maquinas que dejaban estelas de aullidos a su paso. Se me fueron los malos pensamientos, me metí de contramano, subí a las veredas, retomé como pude y me volví para admirarlas de cerca.
Un poema, créanme, que digo, dos poemas. Partitura gregoriana, para los melómanos.
Me dije: Si estas están a las 4 de la tarde, lo que debe ser a las 21:00 Hs.
Por Dios…!
Con esas especulaciones pase el resto del día.
Y como la inexorabilidad de los plazos es inevitable, llegó la hora señalada.
A las 20:30, me puse los compuestos blandos, el buzo antiflama, cargue combustible, me fui a la plaza, en auto, a parque cerrado, a esperar que lleguen las otras maquinas del pelotón.
Mientras esperaba me volvieron mis dudas existenciales y esta vez ya nada me podía calmar.
Las expectativas de espectaculares car women pasándome sus teléfonos no alejaban la angustia que sentía por ser tan pelotudo de embarcarme en un amasijo voluntario del alma.
Y ya me puse a pensar en cómo hacer trampas:
La primera que se me ocurrió fue ir en el auto hasta la cruz, dejarlo allá, volverme en un taxi, no decir nada, caminar con los cabrones hasta la cruz, y una vez allí decirles chau, subir al auto y que san puta se los lleve.
Pero no.. No…
No podía hacer eso.
Es de pocos amigos.
Otra. Dejarlo frente a la Universidad, escondidito por allí.
Si llegaba a la cruz, ya de regreso nadie podría decirme nada. De última puedo decir que lo dejé como apoyo técnico, una suerte de boxes a mitad de camino.
Si la cosa se ponía mala, caminaba hasta la Universidad y me volvía en auto.
Esta estaba buena.
Pensando cómo hacer para hacer llegar el auto hasta la UNaF, y ya estaba por llamar a alguno de mis colaboradores, Alan o Fernando, y lo veo a Pablo Martínez Corrales.
No solo se me diluyeron mis ensueños de trampa sino que un fragor de amor propio y vergüenza ajena me invadió. Si este cabrón lo hace, yo también lo hago. Y no tengo por qué hacerle trampas.
Ingresamos a parque cerrado a esperar a los demás pilotos.
Allí estábamos, al pie del puto Irupe, como dos boludos, cagados de frio, dando saltitos de boxeador y hablando guevadas.
Juro que quince minutos en recital de tu artista favorito es apenas nada, un suspiro, pero esperando es lo mas parecido a aplaudirse las orejas con dos planchas calientes.
Finalmente en lontananza vimos aparecer uno de nuestro objetivos de espera:
Patricia Vera.
Venía de cupecita deportiva, con patona, faldones cortos, mochila portaequipajes colgada al estilo bandolera dejando bien marcados los spoiler delanteros. Ya éramos tres.
Y fuimos tres, solamente tres y nada mas que tres.
El cuarto del equipo nunca apareció.
9:10, arrancamos y nos fuimos.
Los primeros 100 metros sirvieron apenas para calibrar el acelerador. Pato puso el tacómetro a 5000 vueltas secundado por Pablo.
Enseguida se noto quien era el flojo de la terceta.
Sus comentarios tampoco ayudaban demasiado.
- Levanta los pies.
- No respires muy rápido
- No hables, conserva el aire…
Hijos de puta, recién habíamos caminado una cuadra y ya me estaban verdugueando…
Y seguían:
- Si te cansas, pegas la vuelta, no te hagas dramas por nosotros
- Hace lo que podés, que se le va a hacer..
Me dije pa mis adentros.: Vaya par de tiernos, no saben con que gallo se han topado.
Respondí lo mas decorosamente posible. Cerré el pico, le apunte el corazón del Cristo imaginario que colgué en la cruz y allá me mande.
Frente a la Terminal de Ómnibus, estaba pensando que esto ya no era Turismo de Carretera. Común y corriente.
Ya se estaba pareciendo a la Vuelta del Algodón. Los memoriosos se deben acordar de las famosas “Vueltas” del TC de la década de los setenta. La Vuelta de l Manzana en Rio Negro, la Vuelta del Algodón en Chaco y Formosa. Eran los años del Falcon de Pirin Gradassi, y el Chevy de Roberto Mouras. Mentalmente controle llantas, combustible, y estado de la suspensión. Ningún desgaste prematuro, todo en orden.
Me dedique a observar a mis compas de ruta.
Los que a las dos primeras cuadras daban vueltas alrededor mio como satélites mientras yo caminaba para adecuar su ritmo al que yo llevaba, a estas alturas, apenas hablaban entre si y ocasionalmente solo para preguntarme como iba.
Yo no estaba dispuesto a aflojarle un tranco de pollo.
No miraba al costado, no me entretenía con otros vehículos, nada. Bueno.. .eh… solo una descapotable circulando a contramano me hizo voltear la cabeza para mirarle la patente. Alcance a leerle los números: 777. Las letras ni las vi.
Frente al Casino, comenzaron nuevamente las bromas.
- Vamos que ya llegamos
- A la vuelta tomate un taxi
Yo me dije: Dejad que las bestias vociferen…
Y LLEGUÉ…
Puta madre..
Llegue a la Cruz…
Toma pa vos !...
Chupate esta mandarina…!
Y no me quede lejos de Uds…
Ni me tuvieron que esperar..
Ahajaja..
Y ahora ?....
¿Qué me dicen ahora .. ah?...
Y ahora ?...
Eh ?.. Eh?... ...
Eso…
Y ahora ?...
Ahí me di cuenta que estaba a 58 cuadras de mi auto.
Aprovechando la escusa de hacer unas elongaciones me quedé solo, y me puse a evaluar la situación.
Había llegado a la Cruz.
No fue indecorosa mi performance.
Podía tranquilamente tomar un taxi, un bondi o hacerle dedo a cualquier amigo que volviera para el centro…
Pero no… el diablo tuvo que meter la cola.
Uno de mis amigos, de esos que sacan a pasear el perro en auto, o a la patrona, no sé bien.. (Tampoco sé muy bien la diferencia), me vio y me pegó el grito..
No sé cual habrá sido el mensaje, la verdad es que no lo escuche bien… Algo de devolvé los chorizummmmj..
Conteste como pude:
- Holaaaaannnndalaconchadetumadrummmjj !..
Y nuevos fragores de amor propio y vergüenza me volvieron a invadir.
Comprobé el estado.
Dolía todo, es cierto, pero las ruedas bien, los arcos de los pies exigidos, pero soportando, rótulas y demás flexibles, cochambrosas pero prestas, quizás un poco el tobillo izquierdo, pero ambas rodillas en su estado normal; suspensiones sin compromisos visibles, acaso la pantorrilla derecha algo molestosa, pero elongada y funcionando y los gemelos izquierdos, doloridos, pero se bancarían unos kilómetros mas.
El motor, mucho mejor de lo que yo mismo suponía. Carburación con respiración normal, cero taquicardias y sin ruidos molestos o sospechosos; refrigeración, con algo de liquido perdido por evaporación, nada del otro mundo.
La Pato me convido con tres tragos de Gatorade y pusimos proa hacia la plaza.
Frente al Taller de Otto me di cuenta que además me dolían los abdominales. Se lo comente a mis coequipers y me salieron con no se que silogismos de que caminando se contraen los oblicuos, tirando de las aponeurosis de no se que carajos y poniendo en tensión los paquetes inguinales de no se quien puta… y bla bla bla de la nación… y metiendo la panza."
Es cierto..
Me di cuenta que caminaba con la panza comprimida, sacando pecho.
Hice la lógica.
Me afloje.
Casi me caigo.
El exceso de peso del baúl me llegó hasta la altura de las rodillas.
Presuroso procedí a recoger la carga.
Debe ser cierto eso de los no sé qué inguinales de no sé quien puta, por que los huevos se fueron con el equipaje y al recargar el baúl, volvieron a su lugar con él.
A resultas de este procedimiento descubrí el GymOrquismo o dicho en castellano, gimnasia testicular caminatriz, invento mío que no se para que carajos sirva, pero pensando en ella, en sus procedimientos y técnicas, llegué hasta la esquina de los cocineros, Córdoba y 25 de Mayo, a escasas dos cuadras del objetivo.
Allí me di cuenta que me dolía hasta el documento y que este par de hijos de puta, mas que llevarme a una carrera de Turismo Carretera, me engañaron, me sedujeron y me hicieron correr el Dakar.
Pero no les aflojé.
Desplumado, pero digno, el gallo llegó.
Cagado en las patas, dolorido, hecho pelota, muerto, llegué a mi auto los salude con afectada simpatía, previa promesa de futuras acciones desvaneras a las que acudiré sin falta, me derrumbe en el auto y me fui a boxes.
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