Día 1
Finalmente me decidí. Largué temprano la oficina
y me fui a casa dispuesto a salir a caminar. Me disfrace de deportista lo mejor
que pude y como estoy cerca de la plaza, para ese rumbo tomé. Me fui
caminando.
Error de principiante. En la esquina del
Obispado – dos cuadras y media de casa- me demoré un par de minutos dando unos
saltitos tipo boxeador; cualquiera que mirara de afuera podría suponer que
estaba entrando en calor. En realidad estaba haciendo dos cosas: Tomando aire y
esperando a que viniera alguna fémina a la que seguir para no hacer tan
monótona la caminata. Y en eso viene. Rubia, modelo de almanaque de gomería, enfundada
en unas calzas blancas que quitaban el aire. Venía en cuarta y así como
venía tomó la curva. Hice chirriar las llantas y arranqué. Cinco pasos atrás y
a la izquierda para mantener la perspectiva. Me costó acomodarme al ritmo, casi
tuve que trotar al principio, finalmente creí encontrar un tranco más o menos
decente para mantener la posición. A las tres cuadras me llevaba cincuenta
metros la hija de puta, y mi reserva de oxigeno me indicaba que no
llegaría a la esquina del Super Cáceres sin desmayarme. En eso veo que una
morocha que con una vuelta más pasaba a las ligas de veteranos, pero que
todavía estaba jugando en primera, se deja pasar por la susodicha rubia.
Con el resto de oxígeno y rechinando los
dientes, logré ponerme a una distancia, si no optima, por lo menos, prudencial
como para observar con bastante detalles los vaivenes de la caminante. Esta me
duró un poco más. Cinco cuadras largas, por lo menos. Intente repetir el
procedimiento: La dejé ir y comencé a buscar un objetivo más razonable y
acorde.
No me fue bien. Lo que quedaba eran, una señora
o señorita, no sé, que ni caminando hasta Resistencia lograría adelgazar a
niveles razonables y una viejecilla que estaba allí por prescripción
geriátrica.
Pero hombre de recursos y de lógica me dije:
Pues si no puedes alcanzar, déjate alcanzar…
Y bajé un cambio. Pronto tuve que volver a
subirlo.
Lo que me alcanzo era un gordo, con pinta de
Cacho el Camionero, con una remera cortona que le dejaba ver un abdomen mucho
más grande que el mío. No solo no era grato a la vista sino que además era toda
una vergüenza dejarse alcanzar por semejante ejemplar.
Acudió a mí, como siempre, la diosa
fortuna. Ya con dos giros corridos, en la esquina del Colegio
Nacional se incorpora al pelotón de circulantes una señora, si bien tenía sus
años – cuarenta y tres le calculé- y algunos gramos de más, muy poquitos, no
estaba pasada de rollos ni mucho menos para jubilarse en las huestes de
Afrodita. Se ve que venía fresca por que arrancó a fondo, pero yo ya
estaba con el cuerpo caliente y un poco más canchero para los atajos y esas
cosas con las que uno se hace trampa cuando camina. Además al poco tiempo, un
oportuno mensaje de texto en su celular la obligó a contestarlo mientras
marchaba con lo que lógicamente disminuyó bastante el ritmo de marcha. Para
cuando terminó sus devaneos telefónicos, yo ya estaba en la cuarta vuelta
a la plaza, me despegué del pelotón y rumbee a parque cerrado por
Sarmiento. Allí me di cuenta de cuanto necesitaba mi auto para irme
a casa. Llegué casi arrastrándome, pero llegué.
Y acá estoy para contarlo… Comencé la dieta,
Cabrones !!!.... Y afuera es Lunes !!!
Día 2
Dispuesto a no aflojarle un tranco de gallo,
nuevamente me calce las llantas compuesto blando y salí a pista. Se ve
que los martes comienzan las pruebas de clasificación, porque la pista estaba
mucho más poblada que ayer. Rápidamente me enruté en un pelotón de
Turismo Carretera todos más o menos gordos como yo y de idéntica velocidad
crucero. Eran como cinco o seis y se ve que se conocían por que hablaban de no
se teorías conspirativas de los chorizos contra el fenolfibrato micronizado
y no sé qué otras cuestiones análogas.
Camuflado en el montón di dos vueltas, hasta
que, ya con motor caliente, divise unas decenas de metros adelante un pelotón
de otra categoría que de lejos prometía más adrenalina, así que en una curva
les gané la cuerda, aceleré y los perdí.
El otro resulto un pelotón variopinto de señoras
de cilindradas diversa que más que afinar motor y carrocería parecían estar
pasándose recetas de cocina y técnicas novedosas para el mantenimiento del
hogar.
La verdad es que entre ambas experiencias, ya
llevaba tres vueltas a la pista.
Era hora de repostar, de modo que me detuve en
boxes y simulando algunos ejercicios de elongación fui recuperando aire y
aproveché para mirar la pista…
Allí hice dos descubrimientos importantes.
a. Los que caminan en la Plaza San Martin son
muchos
b. No sé por qué extraña razón, todos los que
caminan lo hacen en sentido contrario a las agujas del reloj.
Dispuesto a explorar no tanto sus causas sino
sus consecuencias, ni hace falta que les diga que al retomar el ritmo lo hice
en sentido contrario.
Lo primero que descubrí es que es sumamente
grato andar de contramano sin que te digan nada. Solo eso ya justifica el
esfuerzo.
Después fui encontrándole cositas interesantes,
a saber:
- Te cruzas con todos los demás caminantes. Y dos veces en cada vuelta, lo que tiene también sus bemoles. Con los que andan a tu misma velocidad te encontrás siempre a la misma altura, ya sea de un lado o del otro de la plaza.Los que andan más lento, los ves venir cada vez un poco más tarde. Los que te dan ganas de matarlos son esos hijueputas que te los cruzas a cada rato. No alcanzas a caminar media cuadra y ya los tenés de vuelta enfrente, y los muy chotos encima te hacen un gesto canchero como diciendo, bue, no se lo que te dicen, pero da rabia.
- No competís con nadie y como ya no tenés la obligación de alcanzar o no dejarte pasar, caminas más tranquilo, regulando el combustible y las llantas.
- Desaparece el componente competitivo y eso permite entablar brevísimos diálogos con los demás circulantes. Por ejemplo: A la segunda vuelta, viéndola venir de lejos, prepare mi mejor perfil y con una sonrisa cancherona le hice seña de luces a una cupecita deportiva que circulaba fuera de competencia. Fuera de todo pronóstico, a la vuelta siguiente me devolvió las señales, y con una sonrisa bien amplia. No alcanzó para mucho, pero bueno, algo es algo.
Día 3
Estimo que hoy era día de ensayo, no de pruebas
clasificatorias, y aunque había un par que parecía que estaban haciendo las
pruebas de tanque lleno, en general el circuito estaba muy tranquilo.
Comencé mis giros como siempre, en
Sarmiento y España.
Lento, sin exigir la máquina, controlando todos
los parámetros: La planta motriz al parecer bastante bien, sin taquicardias,
aumentos desmesurados del ritmo cardiaco, oxígeno a ritmo normal. Donde se
presentaron problemás fueron en los trenes de rodamientos. Un tobillo comenzaba
a hacer notar el esfuerzo al que estaba siendo sometido y la pantorrilla
derecha amenazaba con plantarse.
Y era la primera vuelta.
No iba ir a boxes por eso, así que tome por el
lado externo de la pista y me dispuse a circular a un ritmo moderado y detectar
todas las fallas.
Sin dudas las piernas no estaban para un
esfuerzo muy sostenido, pero se bancaron dos giros completos. El calor de
la tarde noche también incidió para que se desgastara prematuramente los
neumáticos, así que hubo nomás que hacer una parada técnica y rumbee para los
boxes, donde tomé un poco de aire, repuse combustible, elongué un
poco y cuando estimé que me bancaba el resto, arranque nuevamente.
Pero las fallas técnicas se venían incrementando
y frente al Ministerio de Turismo , con cuatro vueltas y media decidí poner
proa boxes y abandonando la pista me metí por los senderos internos
dispuesto a cortar camino…
Por Dios…Haberlo sabido antes. Era la playa de
estacionamiento. Autos deportivos, autos de colección, limousines, había de
todo. Y nuevamente un descubrimiento muy interesante: Los perros.
Si señor, los perros, y con ellos, señoritas
enfundadas en ropas que deben de ponérselas con calzador, exhibiendo sus
tiernos cachorritos, algunos en el regazo, otros de alguna coqueta trailla y
hasta un pinche chihuahua en un canasto. Salude a unos cuantos. Cabrones
perros, todos saludan, pero a lengüetazos.
Circulé un rato más y mientras me acercaba a la
salida, seguí investigando el tema.
Había sido que también van señores luciendo
tremendos perrazos, con muñequera, collares de tachuelas y ropas de cuero,
patoteros de diversos calibres. Obviamente a estos se acercan las señoritas que
están sin perros. Puse primera y me fui.
Ya compre un champu, un kilo de gel y una
tintura para pelo color celeste. Facundo me parece que algo sospecha, porque
apenas me olisqueó cuando llegue y eso que estaba todo babeado.
Tercer dia de caminata… y afuera es Miércoles,
Cabrones!
Día 4
Ya dije que venía con problemás en las ruedas y
que hoy quería explorar otras sensaciones.
Gaste la siesta en bañar a Facundo, despulgarlo
convenientemente y dejarlo “políticamente correcto” para la tarde. Aun antes de
salir, le acomode el copete con abundante gel y lo peiné estilo punk. No me
anime a pintarle de celeste el pompón de la cola. Después de todo él no tiene
la culpa, pobre perro.
Arrancamos y las dos cuadras y
medias desde casa hasta la plaza, una maravilla. El sinvergüenza parece que
sabía a dónde íbamos por que se comportó de un modo que hasta parecía entrenado
por César Millán.
Como siempre en España y
Sarmiento esta la línea de partida.
Allí empezó otro melón, dijo
el ciego al que le dieron zapallo. Desde el Obispado al Colegio Nacional
prolija y eficientemente se meo todos los árboles. Cuarenta y siete troncos en
total, bien contados. ¿Dónde guardan los perros tanta orina?, porque
ninguno quedo sin ser convenientemente marcado.
Finalizado el festival
nefrítico comenzó su curiosidad con el mundo que le rodeaba. No lo juzgue
peligroso y le solté la correa. Dio un par de vueltas por la zona hasta que
encontró un vagabundo que buscaba refugio de la canícula entre unos
bancos. Como era más chico le pego la patoteada. Pero la vida te da
sorpresas. Evidentemente la calle enseña. Pícaro, callejero a fin,
salió huyendo y el “vivo del centro” por detrás. El problema fue que el
pinche perrillo, sabía bien para donde huir. No transcurrieron cuarenta y
cinco segundos que Facu transformo su arremetida patoteril en un tremendo
avance a retaguardia, huyendo despavorido de tres modillones poco
amistosos dispuestos a cenar carne. Valiente el HDP se refugió entre mis
piernas. Le calcé la correa y me di cuenta que solo había recorrido dos
miserables cuadras y había gastado casi el doble del tiempo que habitualmente
empleo para dar dos vueltas.
Con un par de patadones lo
obligué a caminar de la trailla. No sé por qué extraña metamorfosis el chucho
comenzó a tirar de la correa, me llevaba casi a trote. Supongo yo que el
tipo se habría dado cuenta que me había hecho perder mucho tiempo son sus
necesidades renales y su pelea callejera. El asunto es que me hizo dar casi
tres vueltas a la plaza sin descanso y a un ritmo que ni en mis días de
automovilista lo había logrado.
Ya en la cuarta vuelta, frente
al Instituto de bellas artes se vuelve a encontrar con un atorrante.
No sé cómo funciona eso
de olerse el culo. Es un enigma. Lo juro. Qué extraña relación tendrán esos
olores con la amistad. Vaya uno a saber. El caso es que se hicieron amigos, se
correteaban entre ellos, se revolcaban, estaban felices, hasta que… ay, ay,
ay… un gato.Quieren decirme qué carajos haría un puto gato en una plaza
infestada de perros? Pero allí estaba, cruzando frente a los hocicos de este
par de cabrones que al verlo cargaron al estilo Pickett en la batalla de
Gettysburg .
Salí a las disparadas detrás
del trío de perseguidores y perseguido tratando de no perder de vista, por lo
menos a mi soldado. Pero no. No hubo caso. Negro en la noche, que quieren que
haga. Tardé quince segundos en no verlo más. Corriendo llegue a la zona del laguito,
que era el rumbo que me pareció que tomaron. Cuando lo vi me quería
morir. Vaya a saber cómo, el maldito caniche estaba tratando de salir del lago
nadando desesperado contra el bordecito alto que da hacia la calle Uriburu.Lo
saqué. Dejé que se sacuda antes de matarlo. De paso recuperaba el aire… la puta
madre… corrí dos cuadras. Repuesto del sofocón dediqué mi atención al
desgraciado Facundo. Feliz el hijo de puta, todo mojado y con dos metros de
lengua afuera. Mis esperanzas de entablar conversa con alguna fémina,
impresionarla con el peinado punk de mi perro, o con alguna monería que sabe
hace, se fueron al carajo. Le puse la correa y pueden creer que allí se me
empacó. Se sentó y se negó a caminar un paso más. Los que lo conocieron saben
que el muy turro me usaba de medio de movilidad. Se sube a mis espaldas y allí
viaja, como una mochila. Pues eso fue lo que hizo. Lo cargue a mis espaldas y
nos fuimos al hogar, al que llegue cansado, malhumorado, mojado y sucio y con
el brazo derecho medio metro más largo.
Ah, el total recorrido fue el
mismo de todos los días: 5.500 metros, pero ni loco vuelvo con el perro. Mañana
hay pruebas de clasificación. Creo que retomare el automovilismo.
Siguen las caminatas y afuera
es Jueves… ¡Cabrones!
Dia 5
Y llego Viernes.
Después de mi desastrosa
experiencia máscoteril de la víspera, volví a lo más fácil: me calcé las Flecha
y partí.Como siempre las dos cuadras y media de casa a la plaza sirvieron
para calentar motores y gomás, aunque en un día como hoy eso es una
desmesura. Uno ya sale caliente. Llegando a la plaza, frente el Obispado, el
Emperador de los Panchos, sonriente me saluda y me dice “Que le vendo Jefe”. Le
másculle una puteada por lo bajo . “Culpa tuya estoy acá hijueputa”, pero
no me escuchó. Ahí nomás estaba la grilla de partida, puse primera y me fui.
Nadie me aviso que viernes era dia de Karting. Carritos, cochecitos, triciclos,
patinetas, monopatines…Dios mío me dije, acá tengo que andar con cuidado o va a
ocurrir un accidente…Por el lado de la pista me fui esquivando párvulos
con la esperanza de encontrar algún pelotón de pisteros en serio.
Pero no.
Se ve que los cuarenta y tres
de sensación térmica acobarda al más valiente.
Ningún mísero gordo caminando.
Solo los F1 de siempre, esos odiosos que te pasan al lado corriendo sin
siquiera respirar. A la tercera vuelta recién en España y Fontana, una
pechugona de esforzados breteles prometía algo de adrenalina, pero la muy
cabrona abandonó la pista en Nueve de Julio.
Hice una parada técnica en
boxes y salí para la última vuelta. En Fontana y Uriburu se me ocurrió una
idea: Saludarlo al General. Quedaría pintoresco, paso redoblado, saludo uno y
en vista derecha. O izquierda. Venía cavilando: ¿A cuál de los dos? Para
colmo están enfrentados, como acusándose mutuamente. No me resolvía a quien
hacerle el saludo, cuando me lleve puesto un chabón de pulcra camisa blanca y
corbata.
¡Aleluya!, me gritó
¡Descansa en paz! , le
respondí y seguí mi marcha, presuroso.
Después me di cuenta que no
era la respuesta correcta, pero ya era tarde… Llegué a la meta, y partí
raudamente a Parque Cerrado.
Quinto día de caminata y afuera hace un viernes lobizonero de puta madre, estoy igual de gordo, no cosegui novia, sigo soltero y hoy me como un asado con los muchachos.
Que el médico se encargue el lunes de bajarme el colesterol.
Quinto día de caminata y afuera hace un viernes lobizonero de puta madre, estoy igual de gordo, no cosegui novia, sigo soltero y hoy me como un asado con los muchachos.
Que el médico se encargue el lunes de bajarme el colesterol.