Es un género literario clásico que fue cultivado en la Grecia antigua y revitalizado en el Renacimiento sobre todo por Erasmo de Rotterdam y sus seguidores. En los tiempos modernos su uso decayó, coincidiendo con el auge del teatro barroco y con los comienzos de géneros didácticos más solventes como el ensayo y el relato.
Miremos estas joyas de Desnudo con Naranjas una película de época, cuya historia se desarrolla en Venezuela, durante la Revolución Liberal Restauradora de Cipriano Castro en 1899, donde los mitos caribeños afectan la vida de dos seres, un indio alistado en el Ejército Liberal y una mujer blanca que desarrollarán un vínculo misterioso en búsqueda de una nueva vida.
El Capitán y el Barquero, en Venezuela, hace ciento catorce años
- Apuesto quinientos pesos. Si gana tendrá usted su plata. Si gano, usted me lleva hasta Martinica.
- Usted no tiene los quinientos pesos, usted solo tiene el amuleto. Por mi dejamos eso así. Con el cuadro de la virgen aunque no valga nada me doy por pagado. Yo los puedo llevar hasta Curasao. En Curazao desembarcan y me olvido de ustedes para siempre.
- Que sabe Usted del amuleto
- Mucho señor. Llevo muchos años navegando por el Caribe. ¿Me permite verlo?
- Si
- Ah… El amuleto… Suerte eterna en el azar. El sueño de todo jugador como yo. ¿Cuánto va costando ya?
- Cuatro pesos. Yo lo compre por cinco a un negro en la Martinica.
- ¡Desgraciado! Como pudiste comprarlo estando su precio tan bajo… ¿No sabes que el ultimo comprador ardera para siempre en el infierno?
- ¿Quieres saber algo?: ¡Yo no creo en el infierno!
- ¡Ah, pero si crees en el amuleto! La hipocresía frecuente de los cristianos.
- Necesito venderlo y rápido
- Pero quien te lo va a comprar. Nadie es tan tonto como tú, cristiano. Nunca vas a encontrar infeliz que te compre por cuatro pesos por que no existe miserable entre mil que te lo compre por tres, como no existe maldito en un millón que te lo compre por dos, porque no hay en esta tierra , creyente o no, un hombre que se compre el infierno por un peso. Entiéndelo cristiano, ese amuleto será tuyo hasta la eternidad
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La mujer del Capitán y el Barquero, en Curasao hace noventa años.
- Tu. ¿Quién eres mujer?. Oh. Si. Ya te recuerdo. Eres la mujer de aquel Capitán indio
- Si. Lo soy.
- Pareja de blanca e indio nunca dio resultado. Eso debe estar escrito en algún lugar. Estoy seguro. Pero, ¿qué haces con ese amuleto? Ese amuleto es del cristiano. El es el que está condenado a podrirse en el infierno. ¿Usted se lo compro?
- No.
- No se lo compró... Pero Usted lo tiene. ¿Qué pasa acá, que yo no entiendo? Acaso el cristiano murió ya?
- No.
- ¿Usted lo que quiere es que yo le compre el amuleto? ¿Eso es lo que me trata de decir?
- Si.
- ¿Y por qué? ¿Por qué se lo voy a comprar? ¿Por qué, si no lo quiero? ¿Por qué me voy a condenar al infierno? Además ese amuleto ya va costando demasiado poco. El cristiano lo estaba vendiendo por cuatro pesos. ¿Dónde voy a encontrar yo al infeliz que me lo compre por tres?
- Acá tienes tres pesos
- ¿Tú te vas a sacrificar por el esclavo? ¿Tú te atreves a comprar el infierno por él? Toma las cuatro monedas por el amuleto de tu hombre.
- Gracias
- Toda una vida dedicada a la navegación y la guerra y la miseria, sólo para descubrir al final que realmente existe la belleza y que es inmensa como la misericordia. Dígale que yo le envidio. Dígale también que una humanidad está vagando por esta vida en busca de lo que él ya ha encontrado
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La mujer del Capitán y el escritor, en Jamaica, hace cuarenta y tres años.
- Yo nunca más pude venderlo
- ¿Y no le teme al infierno?
- Como decía el capitán, no será más feo que lo que vivió en la guerra.
- ¿No desea el cielo?
- No va a ser más bonito que lo que viví después
- Yo se lo compro
- ¿Usted? ¿Usted no le teme al infierno?
- Yo soy de otro tiempo, y aunque el país es el mismo, es otro. La paz ha sido larga. Y ha venido a nosotros otra vida. El infierno, ese al que la condenaron ya no existe. Ese también es otro. Por eso no temo señora. Por eso quiero el amuleto. Dígame cuánto vale.
- Nada. No vale nada. Es imposible venderlo
- Pero Usted lo compro en tres pesos, yo puedo darle dos.
- ¿Dos qué? Esos pesos ya no existen. Como dijo usted eran de otro país de otros tiempos
- Las cosas siempre valen, por muy baratas que sean siempre tienen un precio. Dígame ¿cuál es?
- ¿Usted realmente no le teme al infierno?
- Ese es mi riesgo, mi reto. El precio señora…
- Hace mucho tiempo, en un momento en el que a veces pienso que nunca existió un hombre que me amaba me dijo que la cosa más barata en la tierra era una sonrisa
- Entonces ahora usted es libre.
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