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28 de noviembre de 2015

El sexo en el ciberespacio. Publicado en el Diario El Universal de Mexico


Lentamente se sacó la ropa. Casimiro la estaba viendo y ella a él también. Se veían mutuamente, pero no se tocaban. No todavía. Ambos, con el torso desnudo, estaban teniendo sensaciones que no pueden ser descriptas: son sensaciones que ninguna palabra, que ningún autor, ha podido plasmar en sus textos porque no es algo que se pueda reproducir en un medio escrito; se debe sentir, y si no se ha sentido, nunca se podrá llegar a comprender totalmente lo que a ellos dos les estaba ocurriendo en ese preciso instante. Ya estaban los dos desnudos. Ella no pudo evitar largar una risita malévola, y lujuriosa, cuando observó detenidamente a la persona que tenía en frente. No es necesario describir lo que aconteció; después de todo forma parte del conocimiento general qué es lo que sucede cuando un hombre y una mujer se interconectan...Después de las mutuas promesas para el próximo encuentro, lentamente, casi a desgano, apagó la PC.
Esta breve descripción de un encuentro sexual de una pareja en el ciberespacio, puede arrancar sonrisas laudatorias, si quien las lee comprende la dimensiones de ese tipo de experiencias, o la más contundente desaprobación de quienes ven en este encuentro, una más de las tantas conductas sexuales desviadas de nuestros tiempos.
Todos tenemos alguna vaga noción de lo que son las sexopatías o desviaciones sexuales. Esencialmente se caracterizan por reducir las posibilidades del goce sexual. A causa de ellas, el objeto sexual se convierte no solamente en sustituto del placer normal y pleno, sino en una limitación de ese goce y hace de ciertos actos y conductas la única forma de acceder a la satisfacción sexual. El dolor en el masoquista por ejemplo.
Pero ¿qué pasa en el ciberespacio?
El ciberespacio por definición es un ámbito -espacio- creado por computadores y no es otra cosa que la red o Internet. Este nuevo concepto de espacio entraña nuevas definiciones para casi todo, porque sus perspectivas no coinciden con las perspectivas en la que habitualmente nos manejamos: tres dimensiones -ancho alto y largo-, en un tiempo, taxativos, cuantificables, inapelables, con un complementario sensorial menos medible que valorable y ampliamente discutible -sonidos, sabores, olores, colores y texturas- que nos dan los matices necesarios para entenderlo.
El ciberespacio es un escenario predominantemente sensorial, sin muchas más referencias espaciales,-para el que está en él-, que las dos dimensiones de la pantalla y temporal, que la lentitud para bajar archivos, y a lo sumo algún limitado componente del entorno, y sólo cuando se busca los cigarrillos o el vaso del que bebe. El resto es todo sensaciones, con profusión de acciones y reacciones sensoriales que interactúan, se reciclan y repotencian en una espiral complejamente imaginaria pero a la vez contundentemente real.
Imaginario, según su raíz lo indica viene de imagen, y la imagen no es otra cosa que una representación de la realidad, de algo real, existente, contrario sensu a lo ideal, que es apenas la descripción de una idea.
Lo imaginario especula con nuestra imaginación y nuestra imaginación se sustenta en las imágenes de la realidad que aprehendidas (así esta bien, con h intermedia) a través de la experiencia, las guardamos en el cerebro a través del maravilloso y complejo mecanismo de la memoria.
Y una pareja de cibernautas que practican sexo en ese espacio, emplea mucho de ello.
El cibersexo es una actividad concreta, con los mismos componentes sensitivos que en el mundo real, eso si, estimulada y resuelta de otra forma, por que los integrantes de la pareja deben necesariamente utilizar con imaginación, con creatividad, con arte, los recursos virtuales que este le brinda para estimularse mutuamente y porque las satisfacciones se deben procurar de un modo, digamos menos ortodoxo, pero que en el fondo no son más que prácticas sexuales más o menos aceptadas y usadas por las parejas modernas.
Para comprender el cibersexo, debe entenderse primero que esa es la forma que se practica el sexo en el ciberespacio, tanto como entendimos que las cibercompras, se pagan con ciberdinero.
Lo demás es casi un expediente: conectarse, fijar reglas y tomar recaudos de seguridad para no ser víctimas de las redes de la pornografía o de la corrupción de menores, o de cualquiera de esas ciberalimañas que igual que en el mundo real pululan y establecida la reciprocidad de las expectativas venéreas del encuentro, apelar a los mecanismo de evocación para extraer del cerebro las imágenes necesarias para la operación, y luego a las habilidades manuales - que se suponen adquiridas en el mundo de tres dimensiones - para suplir las inaptitudes robóticas la computadora, que podrá ser un excelente medio para trasmitir estímulos sensoriales y para disparar sensaciones, pero no para complacer, al menos no en este en este delicado y privado asunto. Y si de privacidad hablamos, así como en el mundo común el sexo de la pareja es una actividad esencialmente individual, privada, exclusiva, personal confidencial, privilegiada, así debe ser en el ciberespacio.

Ver ARTICULO 31/5/2008. Diario EL UNIVERSAL DE MEXICO



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