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24 de junio de 2017

Sobre la estupidez

Creera alguno que es un tema muy tribial escribir sobre la estupidez... o en todo caso es un tema tan general que no vale la pena. Sin embargo...
El doctor hungaro István Ráth-Végh, invirtió años de su vida en munirse del material para escribir tres libros sobre la estupidez humana: La Historia Cultural De La Estupidez, Nuevas Estupideces De La Historia Cultural De La Humanidad, y El Fin De La Estupidez Humana, título – este último- un tanto optimista, diré.
Hay otro, el Dr L. Loewenfeld, cuya obra en aleman, Sobre La Estupidez, llena casi 400 páginas que enfoca el problema de la estupidez desde el punto de vista médico pero se interesa más por la clasificación que por la definición. Curiosamente su obra , alcanzó dos ediciones entre 1909 y 1921.
Está tambien el profesor W. B. Pitkin, cuya Breve introducción a la Historia de la Estupidez Humana fue publicada en 1932 y ocupa 574 páginas, lo cual demuestra tanto el respeto del profesor por su tema como que el asunto es prácticamente inagotable.
Sebastián Brant, hijo de un tabernero de Estrasburgo pero educado en los principios del humanismo en la Universidad de Basilea, publicó en 1494 su brillante Barco de los Necios. A bordo de esta notable nave, viajaba una colección sumamente variada de tontos enumerados en mas de cien capítulos distintos, escritos en pareados rimados. Una auténtica estupidez.
Esta incompleta lista de buceadores de la estupidez seria del todo injusta si no incluyera a Erasmo de Rotherdam, con su inefable Elogio a la Locura, la más aguda sátira y el más profundo análisis de la tontería humana.
En el pago chico, ilustres señores de las letras y del pensamiento se han dedicado al tema, pero Don Arturo fue el que en su Manual de Zonceras Argentinas dejo desnudo a estupidos legendarios, que no por señalados hayan dejado de reproducirse.
Contemporaneamente, un hijo pródigo esta batiendo records ya que es primer libro sobre la estupidez escrito por su propio protagonista. Se resume en una especie de mensaje a Jauretche, donde le cuenta las nuevas zonceras y de las otras, que no por viejas han perdido vigencia.
Anibal, meticulosa y prolijamente se olvida de mencionar las suyas.
Y para entrar a salir voy a parafrasear al propio Jauretche: Yo no soy uno más vivo, sino apenas un avivado y mucho me temo que no demasiado, pero recuerden: El estúpido es más peligroso que el malvado

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