Un antiguo relato da cuentas de que a un comerciante destacado y solvente, un amigo le pidió que le prestara una suma de dinero. El comerciante no quería ofender a su amigo y además se trataba de una suma pequeña, así que accedió, pero estaba convencido que no se lo devolvería.
Para su sorpresa, el día que aquel dijo que reintegraría el metálico estaba allí haciéndolo y deshaciéndose en agradecimientos.
Un mes más tarde, volvió a pedirle dinero prestado; esta vez se trataba de una suma algo mayor y el comerciante se negó.
Cuando el amigo le preguntó porque, dijo: No voy a permitir que me sorprendas de nuevo.
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Lo que no dijo el comerciante es que esta vez si esperaba que el dinero le sea devuelto. Versión libre del autor de un relato de Idries Shah
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