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Aquí hay un poco de todo. No será un lugar demasiado original ni distinto, pero acaso si lo suficientemente entretenido como para que tengan ganas de volver.

8 de febrero de 2017

Nuevamente en movimiento

Finalizó el período de vacaciones...
A devolver lo prestado.
Comienza la apestosa dieta.
Ya no me quedan camisas aptas y ando por la ciudad amenazando con matar a botonazos a mis interlocutores.
Además con esto de la devuainflanosequeción es más barato adelgazar que comprarse ropa.
Pero no es para morirse después de todo.
En una semana uno se acostumbra a esas porquerías de soja, al pan integral, al agua mineral y a las ensaladas.
Además es muy fácil cocinar.
Todo sabe igual y el acto culinario se reduce a emplatar y acopiar altas dosis de resignación y voluntad.
Lleve mi bici al bicicletero para que la ponga a punto, y el muy cabrón me tomo el pelo.
- Hace como seis meses que la tengo parada, le dije.
- Ahijue… que hijo de puta. Que suerte que tiene... Con esa panza...
- No. Lo que le digo que hace meses que no la uso.
- Y si sigue engordando, no la va a ver mas tampoco
- Mire señor. Su ironía me molesta, además yo no le di confianza.
- ¿Qué le pasa? Lo que le dije es que es posible que haya que cambiarle los cauchos, porque con el tiempo sin uso se resecaron y no van a aguantar su peso y usted ni siquiera va a ver por donde se va a romper.
- Ah, bueno. Creí entender otra cosa. Bueno. Métale haga lo que debe.
Me estaba yendo cuando me pareció escuchar algo así como que le sacaría varices a las ruedas o algo así y me volví en son de pendencia, pero el muy cabrón rápidamente me dijo que volviera en un par de días que ya estaría lista.
En casa tengo un par de aparatos, de esos que uno compra para perchero. Desenterré la cinta de caminar que además de tendedero de tohallas funciona como una especie de homenaje al hámster y una bicicleta fija a la que use dos veces en los últimos cinco años.
Eso de pedalear para ir a ninguna parte es una pelotudez importante.
Definitivamente. No se para que carajos uno compra esas pavadas. Lo mismo con los enseres de la cocina. Terminan todos arrumbados y obsoletos, y sin uso.
Bueno si sé, pero no es motivo de esta crónica analizar el consumismo y la globalización.
Luego pasé revista al ajuar gimnástico disponible.
Nada útil.
Las zapatillas claramente hechas pelotas, los buzos ni los he hallado en la vorágine de mi ropero, casco de ciclista nunca tuve y remeras rescatables encontré solo una o dos. Los atavíos con los que se expone a los pedales mi amiga Chayito Isaias, me decidió a hacer una expedición al centro comercial a agenciarme del equipo necesario.
Un breve paso por las principales tiendas deportivas del centro me explicaron rápidamente por que en Formosa funciona el Shoping del Sur, el popular Mercado Paraguayo, símbolo de la precarización del comercio en toda Latinoamérica, con sus tradicionales carpas verdes, rojas, anaranjadas y azules, presentes en cualquier ciudad desde el Rio Bravo al sur, y al que – debo admitirlo – uno recurre porque compra de contrabando y sin impuestos, lo mismo que en las casas comerciales legales pero a un tercio del precio.
Caminando rapidito para no ser visto, pero con la seguridad que allí nos vemos todos, me volví para las casas con mis adquisiciones.
Repasé luego las viejas crónicas de mis caminatas en la plaza y se me piantó un lagrimón.
Ya no está mi compañero de ruta, el pinche peludo Facundo, pero en fin, habrá que hacer de tripas corazón y mañana será otro dia.

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