cayendo ya la oración,
cuando la luna lloraba
astillas de plata,
la muerte del sol...
Detenido, inmóvil, derrengado queda el tendedero después de soportar los azotes del sol y los tirones de los vientos sobre las banderas del ropaje blanqueado a puño, jabón y rabia.
El silente testigo de los dramas y tramas de La Barranca, se aquieta y calma, aguardando una próxima cordada de blancura y trapos, como lo hace siempre...
Como lo hace siempre...
Como lo hizo siempre...
Como lo hará de seguro hasta el día que el ultimo eslabón de la estirpe diga basta o sus viejos huesos de duramen de urunday se cansen de soportar tanta intemperie y nocturnal soledad.