La proverbial capacidad para no hacernos responsables y eludir todo tipo de compromiso se verifica cotidiano en las cosas que decimos.
Mediante los mecanismos de proyección y de transferencia– que son mecanismos de defensa emocional- el sujeto atribuye a otras personas sus propias virtudes o defectos.
Al respecto, O´Donnell dice: No es lo mismo decir “se perdió” que “lo perdí” o “uno tiene ganas de llorar” que “yo tengo ganas de llorar”. “Somos todos corruptos” es claramente diferente a “yo soy un corrupto”. Solemos pluralizar y generalizar, en una especie de “Si lo hacen todos está bien”, lo cual es engañoso porque crea la ilusión de la mayoría consentidora y del número suficiente, que nos ha llevado a frases demagogas e inexactas como aquella de “El pueblo no se equivoca”.
Minga no se va a equivocar !.
Si nos acostumbráramos a usar la primera persona en singular, uno sería un poco mejor.
Este…o sea…a ver... ¡Si me acostumbrara a usar a usar la primera persona en singular, tal vez yo sería un poco mejor!
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