Y dale con los locos...
Es confusa la condición del ser humano. Su angustia existencial de base sustenta mi afirmación, por eso la locura es tanto una caída como una salida.
Es, en definitiva, una liberación de la esclavitud social, de la muerte existencial, la respuesta más fuerte a las represiones de la familia, de la cultura y de la ciencia, de las creencias, que amputan y condicionan en nombre de la salud mental y de lo políticamente correcto.
El loco se opone, sin saberlo, a ser programado por los que controlan el mundo exterior y vive su espacio interior, que es el modo de ver lo que le rodea, el maravilloso mundo de las fantasías y los sueños, el infinito mundo de la imaginación.
El loco, como el artista, pero sin saberlo, prefiere la experiencia propia, la multidireccionalidad del yo, la peligrosa y excitante libertad, el filo, el margen.
El loco sospecha, - la sospecha es una manera misteriosa de saber- que las revoluciones exteriores no cambian nada, que lo único revolucionario es revolucionarse y a su modo encara la suya.